martes, 30 de diciembre de 2008

Cuestión de altura

Un año más otro año más. A fecha de hoy, a las fiestas más deprimentes del calendario les queda el paripé de fin de año y poco más. Como siempre en estos días los medios tanto escritos como audiovisuales recopilan datos, fechas, declaraciones, imágenes, etc., de lo que supone que ha sido un paso más en la historieta del siglo XXI.

Casi siempre en días como estos suele venirme a la cabeza el recuerdo de cuando era pequeño. Cuando la nochevieja era simplemente una noche en la que cenábamos muy tarde y a mi padre se le atragantaban las uvas o las horas perdidas en el trabajo tras la llamada telefónica de rigor.

Me gustaba más esa idea de la última noche del año, que la idea de “cambio” que en general se fomenta ahora en el mundo de los adultos. La verdad es que cuando era pequeño a nadie se le ocurrió ir midiéndome marcando rayas en la pared a lo largo de los años. Una lástima porque precisamente esa es la idea que a mi me viene a la cabeza con cada cambio de año. Lo importante no es cerrar una etapa porque lo diga el calendario o Ramón García. Las etapas se cierran y se abren a la vuelta de cualquier esquina cuando menos te lo esperas y la única manera física de comprobar el paso entre unas a otras es la comprobación de la mesura de las cosas.

Por eso y ante tantos acontecimientos internacionales históricos, decisiones de envergadura, recesiones globales etc., yo propongo que para comprobar la longitud del recorrido humano de nuestra comunidad, pongamos contra la pared nuestro entorno más próximo para marcar después una raya y ver hasta donde hemos llegado.

En mi caso, y fijándome en el lugar donde vivo, la verdad es que creo que estamos exactamente igual que el año pasado (y que hace mucho tiempo también!). La fórmula 1, la Copa América... En la Comunidad Valenciana siguen mandando los mismos y gracias a los mismos, por lo que esa etapa parece que no se va a cerrar de momento.

En concreto y en mi ciudad natal todo el crecimiento moral parece haber quedado estancado hace mucho, mucho tiempo, aunque creo que este es un problema que se extiende a toda la comunidad. Así, sabiendo que la raya en la pared no se moverá mientras no peguemos el estirón, mi deseo para el año que viene no es ya que el mundo sea mejor (ilusa estupidez), sino que las personas que habitamos en este entorno seamos más concientes de la importancia de cerrar etapas para poder abrir otras.

Estoy seguro de estar viviendo en uno de los lugares más afortunados del planeta en lo que a la naturaleza se refiere, sin embargo algo nos pasa que somos incapaces de poner en marcha la conciencia suficiente para no dejar que la avaricia y la falsedad del dinero se apoderen de nuestros destinos. El día en que seamos capaces de rechazar las oligarquías del poder, aunque estas nos recompensen con carreras de coches, podremos marcar la raya en la pared unos centímetros más alta.

Ante la inminencia de una fecha impregnada por la idea de cambio, yo os digo que en realidad todo va a seguir igual en el mundo empezando por nuestro barrio. Para poner imágenes a lo que cuento abajo marco un enlace a la medida que marca en la pared de este año el lugar donde yo nací, que además de contar con un buen puñado de gente genial, también alberga los estertores políticos de un buen puñado de gente empeñada a no crecer año tras año. Gente que vive del absentismo crónico del que sufrimos la juventud valenciana cada vez que hay que ir a votar. Cuidado, no estoy diciendo que acudiendo a votar se solucione todo, y más si uno piensa en los la pena que da la totalidad del panorama político español y valenciano. NO. El tema es ser conciente de que quienes deciden el destino de la Comunidad Valenciana son empresarios apoyados por los votos de gente tan ignorante que bastante han hecho con sacarse el carné de conducir y que no se les olvide como van las marchas.

Ánimo y feliz 2009 a todos, a ver si el año que viene nos hacemos más conscientes de lo importante de tener una opinión propia de lo que sucede alrededor para celebrar fines de año de verdad.


lunes, 29 de diciembre de 2008

Militancia

A veces la militancia se convierte en una obligación. Hay situaciones en las que quedarse al margen y no tomar partido por ninguna de las partes enfrentadas es darle la razón a la injusticia y la crueldad avariciosa. Es el caso de lo que sucede estos días en Oriente Medio. Los ataques salvajes del ejecito de Israel contra la población palestina, son para mi la imagen perfecta de la falsedad navideña, del mundo capitalista donde la sangre nunca consigue empapar el dinero de las ventas. Ante estas imágenes es imposible no posicionarse del lado palestino. No por una razón de ideología, ni mucho menos de religión, sino (y en estas fechas más que nunca) con una cuestión de empatía.

La guerra es la guerra, y como siempre suele tratarse de sangre dolor y muerte, pero fuera del campo de batalla se fragua una guerra mucho más ambiciosa: la de perpetuar la sangre el dolor y la muerte del débil hasta que caiga ante la fuerza. Es el caso de todos los medios del mundo que hoy culpan a los integristas islámicos de lo ocurrido, como el pederasta que culpa a sus víctimas por sus actos.

Y es que todo esto da mucho asco. Pero, ¿en que planeta nos creemos que vivimos? El ser occidental se vanagloria de su avance a lo largo de los siglos, cuando en realidad seguimos haciendo lo mismo que en la selva. El más fuerte siempre machaca al débil, y ahora además se justifica por ello en los medios de comunicación. Además, según lo visto (y esto es lo más patético), si alguita vez el débil consigue hacerse fuerte machacará a quien tenga debajo (véase la historia de los USA, o por supuesto la del pueblo judío).

¿Qué nos queda entonces?: la militancia. Cada uno con la que le nazca o la que la venga de dentro de... A mi me dan ganas de apoyar al débil, defender el derecho que todo ser humano debería de tener de ocupar un espacio en la tierra, y desde luego defender el derecho de cualquiera a no morir por que sí mientras espera en la sala de estar de un hospital a que venga a rescatarle la vergüenza que debería darnos a todos la situación del pueblo palestino.

Por mi parte siento vergüenza como ser humano al pensar que los brazos culpables de las últimas masacres llevan tatuados los números de los campos de concentración alemanes, otra masacre con la que la violencia hoy nos vuelve a explotar en las manos. También me decepciona pensar que solo tenía 9 años cuando un colega me dejo el primer disco de Soziedad Alkoholica y me hice consciente de lo vergonzoso del conflicto gracias al tema “Nos vimos en Berlín”, que recreaba una hipotética conversación entre un judio y un arabe supervivientes de la 2ª Guerra Mundial.

Que la violencia genera violencia, es un topicazo y una putada, pero visto lo visto es una verdad inamovible. Ante un dato tan desalentador como que la historia siempre se tratara de opresores y oprimidos, pudiendo estos intercambiar sus papeles con el paso de los años, solo que queda una postura posible bajo mi punto de vista: La militancia por una paz, no de maratón benéfico, ni de discurso de Rouco Varela, una paz consciente del peligro que conlleva el poder para los seres humanos una paz basada en la igualdad y capaz de tomarse en serio los errores cometidos por los hombres para que no se vuelvan a repetir. Una paz de trinchera ante la avaricia del poder.


"Que vueltas da la vida, pero ¿que haces aquí? ¿Es que ya no te acuerdas?, Nos vimos en Berlín"
(Soziedad Alkoholica, Nos vimos en Berlín 1991).

_______

Nos vimos en Berlín, SA

domingo, 28 de diciembre de 2008

¿Qué hacer con la rabia?

 Acabo de ver en las noticias el ataque terrorista de Israel contra los palestinos de Gaza. Sí, he dicho terrorista de manera consciente, ¿qué es sino? Lanzar bombas contra la población civil, contra hospitales , contra escuelas, ¿dónde está la línea que separa la acción de guerra merecedora de la comprensión política y mediática, del asesinato en masa? Puede que la diferencia no esté en el resultado, sino en las características del atacante: vestuario, look, armas, vehículos… Al fin y al cabo, en la tele todo es espectáculo y, como en el cine, el éxito depende del papel que te toque interpretar. Y en el conflicto árabe-israelí, los roles están asignados desde hace mucho tiempo, los malos y los buenos están claramente perfilados por los que dirigen la función. El protagonista sabe que por muy difícil que se lo pongan, al final se saldrá con la suya. Al que le tocó el papel secundario sabe que tarde o temprano acabará mordiendo el polvo. “Sayonara, baby”.

Pero, por mucho que tengamos asimilado este esquema, sus efectos son repugnantes, indignantes e injustos. ¿Y qué hacen los organismos internacionales? Pues, nada. La ONU evita condenar el ataque y se limita a pedir el cese de los bombardeos. Y EEUU, en pleno subidón de cinismo, culpa a Hamás. Es decir, que poco importan los 290 muertos y 900 heridos, aquí lo que cuenta es el poder y la importancia que tiene Israel como potencia mundial. Para entendernos, ponerse en contra de Israel es como quererle parar los pies a Rambo. Y más, sabiendo que esto no hay quien lo pare. Cuando menos te descuidas aparece otra secuela. Así las cosas, lo más prudente es ponerse al lado del que gana. De ahí a acabar soltando mamporros como él va un paso. Todo es ponerse.

Después, vendrán con que si el terrorismo internacional es el mayor reto al que nos enfrentamos el próximo año, que si mira lo malos que son los árabes y que mala pinta tienen. Porque a ver, cómo vas a comparar un entierro con todos los honores, con banda de música, salvas y una bandera bien grande, con cuatro tíos gritando por la calle con un muerto en brazos. Vamos, a quien se lo digas, no hay comparación. Después, esa gente, quieras que no, están acostumbrados. Se pasan la vida por las calles dando gritos, quemando banderas y llorando a sus muertos. No hay color. En cambio, los otros, los israelíes, da gusto de verlos. Disponen de la más moderna tecnología, que exportan al resto del mundo. Tienen conexiones financieras con las más importantes corporaciones. Cuentan con uno de los ejércitos más poderosos del mundo. Y además, estamos hablando de “los judíos”, las víctimas del holocausto. Conclusión, para qué resistirme, mejor dejarme llevar antes de que me llamen aguafiestas. No se le puede pedir a alguien que llore cuando la que ponen es “Aterriza como puedas 3”. Total, estas malas películas pronto se olvidan y la semana que viene seguro que ponen otra mejor. 

Desfranquizar


Aprovecho que estoy preparando un trabajo sobre Vázquez Montalbán para recuperar un artículo suyo de 1978, donde plantea la supresión de los símbolos franquistas como necesaria limpieza histórica, un tema de actualidad por la reciente retirada de la última estatua ecuestre del dictador. Os dejo a vosotros la oportuna reflexión acerca del tiempo transcurrido, de cómo se han hecho las cosas, del proceso de recuperación o reescritura (según los casos) de la memoria histórica. De las voces que defienden el borrón y cuenta nueva y de los silencios que niegan la condena de la dictadura (equiparándose a aquellos que se niegan a condenar otros tipos de violencia, léase conflicto vasco). De la recomendación de olvidar (Rouco dixit), o de la necesidad de recordar para comprender. ¡Ahí va!
"El juicio contra 19 acusados de sedición trae a primer plano el tema de la aplazada desfranquización de España. Los 19 acusados de borrar rótulos franquistas merecerían el título de pioneros de la limpieza histórica del país. A Franco se le omite o se le ignora. Pero está ahí, en el alma de piedra de sus incondicionales y en el alma de piedra de los monumentos y placas callejeras. Franco es el convidado de piedra de la Democracia, siempre dispuesto a tirar del brazo de Don Juan Tenorio y llevárselo a los infiernos. Hasta que no se haga una revisión crítica profunda, extensa, implacable del franquismo no estaremos a salvo de la tentación de eternos retornos.
Todas las democracias europeas han luchado contra sus fantasmas nazis y fascistas. En España los fantasmas son de piedra, pero uno diría que tienen los ojos móviles y lo observan todo, pendientes de la menor ocasión para salir de sus estancamientos y recuperar la ferocidad de la carne. No hay que desfranquizar porque si o porque no, sino como una operación de salud pública, llamando las cosas por su nombre y demostrando la macabra farsa. Cambiar los rótulos. Levantar monumentos a las víctimas del irracionalismo fascista. Esas serían medidas sabias para una reeducación colectiva democrática. Practiquemos al menos la ruptura de los símbolos y las piedras." (Manuel Vázquez Montalbán, El Periódico de Catalunya, 17.12.1978)

jueves, 25 de diciembre de 2008

Un toque de seducción


Esta Navidad no me voy a dejar arrastrar por la marea consumista. No voy a ceder ante la influencia de una tradición que considero impostada y artificial. Todos los años ocurre lo mismo. Voy caminando por la ciudad bajo las luces navideñas, rodeado por una multitud cargada de bolsas con regalos y mecido por las irritantes voces de los villancicos. El olor de las castañas asadas flota en el aire y todo parece tener un brillo especial. Sigo andando y la decoración de los escaparates ejerce sobre mi una atracción seductora, las bolas relucientes me anuncian mil y un caprichos que imaginaba inalcanzables. Los anuncios de perfume me susurran en lenguas extrañas. “What are you made of?”. “Be delicious”. “J’ai t’aime”. Poco a poco voy entrando en una fase de ensoñación hasta que, al pasar junto a unas puertas metálicas, se produce el influjo: se abren automáticamente y entro en un mundo de fantasía donde todo es perfecto. Un mundo donde no existen los problemas, ni las dificultades. Donde no hay pasado, ni futuro. Donde solo existe un instante privilegiado al que accedo con mi tarjeta de crédito. Soy actor y protagonista. Durante ese trayecto me siento un héroe; a la vuelta, un villano.

 “Las muñecas de Famosa se dirigen al portal, para hacer llegar al niño su cariño y su amistad”. Pero, esta vez no van a poder conmigo. Ahora estoy preparado. Soy consciente de que la mecánica consumista es el resultado de una manipulación sistemática, el síntoma de una sociedad donde la realidad es convertida en mercancía y el deseo en motor social. Todo vale con tal de que no se caiga el tinglado. Y ahora, solo tengo que recordarlo, tener presente cómo funciona la maquinaria comercial. Y además… procurar que no se me olvide comprar regalos para toda la familia. ¡Lo disfruto tanto! Siempre les reservo más de una sorpresa. Todo me parece poco a cambio de ver la alegría en sus caras. Igual, hasta me compro algo también para mi, ¿porqué no?

jueves, 18 de diciembre de 2008

Goodbye horses

Pobres los caballos por llevar todo un mundo aguantando nuestras fanfarronadas a sus lomos. Los caballos nos han llevado y traído de nuestra propia historia y peripecia vital. Sumisos hasta la extenuación, han obedecido casi siempre nuestras órdenes en nuestra imaginación y han terminado pagando el pato de nuestros aires de grandeza mutante. Pero entre tanto trote más de uno ha terminado cayéndose de la grupa. Es lo que le ha pasado a Franco hoy en una plaza de Santander. A golpe de martillo neumático el siniestro personaje se ha terminado por fin bajando del burro en una gris mañana y ante una ama de casa (más siniestra aun) que le llevaba flores.

Más allá de lo cojonudo que me parece que se retiren caprichos personales (además de antidemocráticos) del paisaje común, lo primero que me viene a la cabeza es la empatía con el pobre caballo y con la especie equina en general, tantas veces condenada a engrandecer a acomplejados bajitos por las plazas y parques de todo el mundo.

Y es que ¿qué mal ha hecho el pobre caballo?, podrían despojarlo de su ridículo jinete y dejarlo en medio de la plaza como muestra de la liberación animal. O podrían erguir el caballo como homenaje al western, que sin caballos nunca hubiera sido lo mismo...

Yo voto por la desanimalización del poder. Basta de leones monárquicos, águilas imperiales, o cabras de la legión. El reino animal no tiene culpa de nuestras salvajes estupideces. Los animales son mucho menos salvajes que nosotros que nos matamos unos a otros durante la publicidad de gran hermano, ¿Por qué los condenamos a que posen con nosotros para siempre?

Dejemos los caballos para los buenos westerns donde son ellos los que deciden correr más o menos en función de la calidad humana de su jinete, como en The Wild Bunch (El grupo salvaje, 1969) un western filosófico muy acorde con nuestros días en el que un grupo de forajidos intentan sin éxito desviar sus caballos del camino de perdición al que conduce la avaricia y la ambición. Si el caudillo la hubiera visto detenidamente...

_____

Good Bye Horses de Q Lazzarus, un tema apropiado para hoy

Por fin las van quitando... (noticia EL PAÍS 18/12/08)

Créditos iniciales The Wild Bunch, Sam Peckinpah,1969



martes, 16 de diciembre de 2008

Dignidad de la talla 10

Cuando te roban la pluma lo mejor que puedes hacer es levantarte y reaccionar. Cuando se niega la palabra hay que probar siempre con la acción. En ese mundo en escala de grises que es la prensa internacional, los Estados Unidos guardan los lápices de todos los periodistas al final de cada clase. Por eso hoy, después de llegar de viaje y encontrarme con el famoso video del “lanzamiento de zapatos”, no puedo evitar que me salte la risa y que en cierta manera me haga sentir un poco más “vivo”.
La violencia es algo intrínseco en el ser humano, resulta (como tantas otras cosas) tan espeluznante como fascinante. El gran reto de la humanidad quizá no sea erradicar la violencia, sino reconocer la fascinación y el poder que ésta tiene sobre el ser humano, para así aprender a controlarla y en ningún caso utilizarla contra los demás o en beneficio propio. El problema es que entre todos los tipos de violencia con los que los seres del mundo de hoy nos debatimos, la más dura e injustificada es la que llama “daños colaterales” a sus actos interesados. La que controla y prohíbe la información acerca de sus actos en pos de perpetuar la violencia por el bien propio.
No solo me estoy hablando de las guerras por petróleo, por diamantes o cualquiera de las formas que pueda adaptar el poder, también me refiero a las poses falsas, la hipocresía institucional y la “sumisión canina” de algunos medios.
Ante las imágenes de un periodista iraquí intentando agredir a Bush, lo mas llamativo no es el lanzamiento en sí, tampoco la actitud del periodista, ni siquiera el quiebro a lo Mike Tysson con el que el caduco presidente esquiva el “proyectil de destrucción concreta”. Lo interesante desde mi punto de vista es lo que sucede después. La forma en que la violencia soterrada tras las apacibles declaraciones sale a la luz como la pus supura en una herida abierta. Los gorilas que se ocupan del sujeto agresor son mucho menos en número que los que se ocupan de cubrir las cámaras o de ponerse delante de Bush para que ningún medio capte su cara de vergüenza.
Al periodista en particular se le puede reprochar su actuación, pero dadas las condiciones y el escenario, en general puede considerársele un artista capaz de comprimir con su acto-obra lo que ha sido la ocupación norteamericana en Irak: dosis incalculables de violencia abusiva tras el velo de las formas y las excusas institucionales, en busca de unas armas de destrucción masiva que al final resultaron ser dos zapatos del número 40.
Creo que labor de los periodistas es la de reaccionar ante la violencia extrema e injustificada que además se vale de la imposición violenta de unas formas que le permiten perpetuarse. Cualquier persona que no sea capaz de implicarse de una manera personal en lo que pasa en el mundo nunca debería dedicarse a informar a los demás. La objetibidad debe ser una meta no un defecto.
¿Y tú, cómo lo ves?
___________

domingo, 14 de diciembre de 2008

Todo por un "quítame de ahí esos males"


Diréis que tengo fijación con “la Espe”, pero es que esta mujer es muy completa y sus aventuras y desventuras dan para mucho. Propongo una serie al estilo de “El gran héroe americano”, con “La Espe” de protagonista luciendo poderes mágicos y peinados portentosos. La serie daría comienzo durante un viaje a Castilla la Mancha, en el que se le aparecen unos extraterrestres que aterrizan con su nave. Acostumbrada como está a sobresaltos, no se sorprende de la aparición y pasa la tarde conversando con los visitantes, incluso les regala una caja con pelis de José Luis Garci. Estos la obsequian con un traje que le confiere poderes especiales pero, en su natural incompetencia, pierde el libro de instrucciones. A partir de ese momento se suceden las torpezas y la historia deviene, más de una vez, en cuento terrorífico. Como es el caso que hoy traigo al blog.

Entre el año 2003 y 2005 el Hospital Severo Ochoa de Leganés vivió unos hechos sin precedentes. Luis Montes, y otros ocho médicos fueron acusados de sedar irregularmente a 15 pacientes terminales. “No recuerdo cómo empezó el día en el que me acusaron de matar a 400 personas. He intentado muchas veces pensar en aquellas primeras horas del viernes 11 de marzo de 2005, cuando desperté por última vez siendo un médico sólo conocido por la familia, los amigos y la gente del hospital. Antes de que un periódico publicara mi foto en portada, como si fuera casi un asesino en serie, y de convertirme en blanco de los insultos y calumnias de todo un sector político y mediático. Las cosas que sucedieron a partir de aquel día sólo las puedo comparar con un huracán. Una fuerza brutal que giraba a nuestro alrededor y que todo lo arrancaba. Y nosotros, en el ojo, no podíamos hacer otra cosa que mirar, protegernos y esperar a que amainara”. El caso comenzó a raíz de unas denuncias anónimas que motivaron la posterior investigación. Unas denuncias que para Montes “está claro que fueron aprovechadas políticamente por el Gobierno regional de Madrid para crear una gran infamia que cubría todos sus proyectos de privatización de la sanidad pública madrileña”.

En enero de 2008 la Audiencia Provincial de Madrid sentenció que eran inocentes y el Ayuntamiento de Getafe aprobó en pleno, con los votos a favor de PSOE e IU y en contra del PP, solicitar la dimisión del anterior consejero de Sanidad y actual responsable de Transportes e Infraestructuras de la Comunidad de Madrid, Manuel Lamela, por su actuación en el caso Severo Ochoa. Al mismo tiempo se exigía que tanto Lamela como la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, pidieran perdón públicamente. Los dos se negaron. No renegaron de unas acusaciones que contaban además con el apoyo mediático de los medios afines. Algunos, como Giménez Losantos fueron condenados por calumnias. Nada nuevo. Una caza de brujas que se extendió a las clínicas abortistas y que contó con la inestimable colaboración de Ana Botella (sí, la de las peras y las manzanas): “Creo que todos hemos visto esas escenas espeluznantes de niños de siete meses de gestación en las trituradoras. A mí me produce auténtico sonrojo que aquí al lado un niño de siete meses entre en una trituradora“. Su intento de prestidigitación para que todos veamos algo que no hemos visto debería figurar en los más prestigiosos manuales de propaganda al lado de maestros como Goebbels. Una fantasía gore que a ella le producía “sonrojo”.

El paso siguiente de Aguirre y su equipo fue privatizar la gestión de los servicios de los cuatro grandes hospitales públicos de Madrid. Ella misma lo justifica: “La gestión privada de los nuevos hospitales públicos es "más eficaz" que la gestión pública”. Una tarea que se traduce en la dejadez y el abandono de los hospitales públicos en favor de la sanidad privada. Con resultados como la inundación que sufrió el servicio de urgencias del hospital Infanta Leonor, el apagón informático de los siete nuevos hospitales, las imágenes (estas sí) en Clínica del Hierro de cadáveres almacenados junto a cubos de basura, o el caso de Silveria, una anciana de 87 años aquejada de una enfermedad pulmonar, que malvivió durante seis días en los pasillos del hospital La Paz. Las Universidades públicas están padeciendo el mismo tipo de asfixia administrativa.

En una entrada anterior, Enzo Buonfiglio se preguntaba muy acertadamente, “¿la gente iría a un médico que no creyese en la medicina? Supongo que no, entonces ¿por qué eligen para gobernar a gente que no cree en el Estado, como es el caso de Esperanza?¿Cómo va a gobernar gente que no cree en el papel de esta institución?”

Para aquellos que quieran ver un ejemplo de las consecuencias de un sistema sanitario privado les recomiendo el documental Sicko (Michael Moore, 2007). En él, Moore radiografía el sistema de salud de EEUU con la aportación de testimonios en primera persona de afectados y de profesionales que, ahora arrepentidos, relatan su experiencia desde dentro. “Una película que no trata de los 50 millones de estadounidenses que no tienen seguro médico y que rezan para no enfermarse, ni de los 18.000 que morirán este año por no tenerlo, sino de los 25 millones que sí tienen seguro médico, sobre aquellos que viven el sueño americano”, tal como se señala en el comienzo.

A Michael Moore se le puede acusar, en algunos momentos, de manipulador y tendencioso, sobre todo en la comparación con países europeos y cuando habla de Guantánamo. En este sentido, el documental resulta exagerado y un tanto facilón. En mi opinión, esto ocurre porque está hecho para ser visto por los propios norteamericanos. Aún así, los casos detallados ponen los pelos de punta y ayudan a ver las contradicciones de un país que siempre presume de aquello que carece.

Tampoco se le puede negar a Moore la habilidad para ridiculizar la típica mentalidad norteamericana, dominada por los fantasmas del comunismo y marcada por una gran ignorancia hacia todo aquello que ocurre más allá de sus fronteras.

La parte final en Cuba merecería un capítulo aparte: simplemente genial!

lunes, 8 de diciembre de 2008

Ese dulce encantamiento o la modorra del empacho


Adelantándome a los regalos navideños, os traigo un extracto de un artículo de Manuel Vázquez Montalbán publicado en Octubre de 1970, bajo el título 1970. Los ritos de la fiesta o los estuches transparentes. En él, Vázquez Montalbán denuncia, con su particular ironía, el consumo irresponsable revestido de falsa felicidad de las fiestas navideñas, así como la asimilación ciudadana de unos ritos religiosos convertidos en actos mercantiles. Se lamenta el autor de la pérdida de conciencia y raciocinio de una sociedad oprimida que cede ante la persuasión publicitaria, y que baila al ritmo de las campanitas de navidad. Una sociedad que se entrega al milagro consumista como válvula de escape o como antídoto narcotizante. Sorprende, desde nuestra perspectiva histórica, la visión crítica y capacidad de análisis de Montalbán, y más en un momento en que a la dictadura todavía le faltaban cinco años para expirar. Pero, resulta inocente si la comparamos con el momento actual: los ritos de los que él hablaba están tan asimilados y magnificados que más que de paréntesis racional, se debería hablar de abismo emocional.

“Como si se tratara de una tregua de racionalidad, cada año, al calor-frío del mes de diciembre se renueva todo el ritual navideño. No aludimos a un ritual religioso, sino a un ritual civil, que implica a toda la ciudadanía de un país y que tiene en las grandes ciudades su apoteosis de liturgia del consumo, servida por los más variados signos exteriores, curiosamente derivados de la liturgia religiosa. Hay una serie de objetos-símbolo que han envilecido su origen semántico para devenir mero lenguaje publicitario y sin embargo el escándalo por esta sustitución nunca se ha planteado, hasta tal punto la tregua de racionalidad a la que aludíamos es profunda e inalterable.

Hagamos un balance de estos objetos-símbolo: estatuaria de nacimiento, adoración de los reyes, estrella de Belén, vegetación escandiavo-palestina. Hay que añadir otros objetos-símbolo que han conseguido, fuertemente impregnados de tradición, un salvoconducto casi bíblico: el pavo trufado, los barquillos, el turrón, el champán y todas las variantes gastronómicas de cada localidad. Hasta aquí nos moveríamos en un cándido mundo mitificado, como un bosque falso pero encantado, y con encanto, en el que una vez al año, al menos una vez al año, a la manera de un carnaval del sentimiento, se montara la escenificación de una vida más propicia.

Pero a partir de estos objetos-símbolo y con el auxilio de los usos y costumbres, el comercio moderno ha irrumpido con técnicas de marketing y temperatura de coordenadas en este pequeño reino íntimo y afortunado de la Navidad y ha creado la Navidad Consumista, ni blanca ni negra, sino la Más Navidad o lo que podríamos llamar, la Bio Navidad.

Y así, este juego de la abundancia, ingenuo y compensador, no ha escapado a la manipulación calculada y a la alienación de la fiesta, de toda fiesta que ceda la inversión de abandonismo que el ciudadano medio puede permitirse en tiempos prohibidos, se suma la alienación de la fiesta convertida en negocio para otros, en un gran negocio, con características especiales, que exige un tiento especial para que no se rompa el sutil encantamiento de las campanitas de Belén, con acompañamiento coral de tiernos e inocentes niños, glosadores del burro y el buey de la abundante hagiografía navideña: Esta fiesta convertida en la más gigantesca operación comercial anual, adquiere su marco más propicio en la ciudad, devenida en sí misma en un estuche ornamentado como objeto de regalo; estuche envolvente dentro del cual se perciben otros estuches que a su vez encierran otros, como en un juego de muñecas rusas transparentes."

jueves, 4 de diciembre de 2008

Frío

Más de la mitad de la sangre que hay en el planeta se encuentra a baja temperatura. Las portadas de los periódicos de hoy son una muestra de ello. Se necesita sangre fría para asesinar a quemarropa a alguien por un tema de fronteras geográficas. También para seguir vendiendo bombas de racimo a países con guerras heredadas llevadas a cabo por niños armados. Con mucha sangre fría un dictador venezolano piensa en estos momentos como violar en un callejón con poca luz a la capacidad de elegir su destino de miles de personas. Congelado parecía tener el plasma ayer el eterno Manuel Fraga cuando tras 40 años de participación en una dictadura cruel e implacable defendía en la televisión su “hoja limpia de servicios”.

La sangre fría domina el mundo. A nadie le gusta pero la verdad es que a casi todos fascina. Con gran cantidad de sangre fría se meten penaltis importantísimos, se consiguen contratos millonarios o se asesina a un compañero de viaje en el autobús. Quizá algún día se nos caliente la sangre y desterremos la frialdad del falso pedestal que ocupa. Puede que el cambio climático no sea tan malo después de todo, aunque lo cierto es que cada invierno parece hacer mas frío y la sangre lo nota.
Para todos aquellos con la sangre y la conciencia constipadas:

Y dije: “Bien Dick. ¿Algún escrúpulo?” No me contestó. Dije: “Si los dejamos con vida, lo que se nos viene encima no es ninguna tontería. Como mínimo nos caen diez años”. Él seguía sin decir nada. Tenía el cuchillo en la mano. Se lo pedí, y me lo dio, y dije: “Muy bien allá voy”

(A sangre fría, Truman Capote 1966)

_____

In Cold Blood, Truman Capote 1966

Última toma de la temperatura de la sangre

miércoles, 3 de diciembre de 2008

La tasación del alma

El arte no tiene precio... ¿o si lo tiene? El debate sobre el valor físico y material del arte está en estos días entre las temas a tratar de todos los periódicos. La remodelación de la sala XX del Palacio de las Naciones de Ginebra, encargada al artista mallorquín Miquel Barceló y costeada íntegramente por el Gobierno español, ha suscitado una gran polémica en este sentido. Un debate que además viene a encrudecerse por darse en tiempos de crisis.
Se habla de enormes cantidades de dinero y se cuestiona la procedencia del mismo, pero sin embargo muy pocas voces se pronuncian sobre la obra del artista en sí. El hecho de que el resultado de cualquier expresión artística sea la reflexión acerca del ¿cuánto? y no del ¿cómo? o ¿por qué?, es desde mi punto de vista un fracaso rotundo del artista y por extensión del arte en general.
El peso del mercado y su omnipresencia llevan siglos cortejando el terreno del arte. Más que una expresión del alma humana, la modernidad ha convertido el arte en moneda de cambio o símbolo de status. Sin embargo, ni en estas circunstancias deja el ser humano de crear y, en este contexto convive el Arte (en forma de obras que no son más que “autógrafos gráficos” de su autor, única razón para justificar el precio que valen), con ese otro arte mucho más interesante que han traído nuevas tecnologías como Internet, videojuegos, cine digital, etc. Y es que en esto de la creación el dinero nunca es un aval para nada (véase la ultima producción cinematográfica hollywoodiense).

Quizá una herramienta audiovisual que pueda servir para reflexionar sobre este tipo de cosas sea el documental “The Devil and Daniel Johnston” (Jeff Feuerzeig, 2005). La película resulta apropiada porque cuenta la experiencia vital de Daniel Johnstone, una persona que en conjunto resulta una reivindicación viviente del arte en todas sus facetas. Además de tener serios problemas mentales, Johnstone posee el don de la creación al más alto nivel, ya sea musical, gráfica, audiovisual, etc. Su vida transcurre alejada de esas grandes cantidades de dinero de las que hablábamos al principio, y su lucha personal contra su enfermedad son el principio y el final básicos de toda su obra.Por otro lado, y como todos los grandes artistas han sabido hacer a lo largo de la historia, Johnstone es capaz de utilizar la tecnología de cada momento para adecuarla a sus necesidades. De este modo el artista cuenta con toda una colección de cassetes, cintas de Super-8 y videos con la que ha ido documentando su vida y su obra lo que hace de este filme todo un documento personal y colectivo del mundo en el que vivimos.
The Devil and Daniel Johnstone, da para muchas reflexiones (como por ejemplo donde acaba la locura y empieza la genialidad, quien pone los limites entre lo vulgar y lo sublime, etc.), pero lo mas interesante es la condición de la historia que cuenta como reivindicación de la capacidad de supervivencia de arte, por encima de política economía o lo que sea. Una reivindicación que viene a asegurar que siempre habrá personas como Johnstone, auténticos artistas capaces de llevar su obra más allá de sus propias barreras mentales y de los límites del mercado o el contexto histórico.Un documento impagable.

______

Enlaces:

Tráiler de "The Devil and Daniel Johnstone" (Jeff Feurzeig, 2005)

¿Arte para la política o política para el arte? (Reportaje El País, 03/12/08)


sábado, 29 de noviembre de 2008

Ya es invierno en...

"La gente siente que puede confiar en lo irracional, que nos ofrece la única garantía de libertad ante todas las hipocresías y sandeces y anuncios publicitarios que nos meten los políticos, los obispos y los académicos. La gente trata voluntariamente de volver al primitivismo. Anhela la magia y la sinrazón, que tanto le ha servido en el pasado y que puede ayudarle de nuevo. Desea entrar en una nueva edad de las tinieblas. Las luces están encendidas, pero la gente se refugia en la oscuridad interior, en la superstición y en la sinrazón. El futuro va a ser una lucha entre extensos sistemas de psicopatías rivales, todos deseados y deliberados, parte de un desesperado intento de huir de un mundo racional y del aburrimiento del consumismo. (...) La sociedad de consumo es una especie de estado policial blando. Creemos que podemos elegir, pero todo es obligatorio. Si no seguimos comprando fracasamos como ciudadanos." (Bienbenidos a metro-centre, J. G. Ballard, 2008)

martes, 25 de noviembre de 2008

Las cosas han de ponerse muy mal para que después se pongan bien

Muchos analistas ven en la actual crisis el fin de una era, el fin de un sistema económico y político implacable; y una oportunidad para el cambio. Se habla de reformulación, de reinvención, de cambio de rumbo. Una situación que exige pararse a reflexionar, a corregir los errores de un mundo egoísta e insolidario. Sin embargo algunos no lo ven así y en lugar de aceptar los errores de un sistema que ayudaron a crear, se empeñan en seguir con la misma cantinela. Son como aquellos músicos del Titanic, quienes ante la evidencia del naufragio prefirieron seguir tocando como si no pasara nada.

En España tenemos algunos ejemplos de estos temerarios obsesionados por interpretar su papel, que este fin de semana nos han obsequiado con algunas frases para la historia. Su generosidad no tiene límites.  La oportunidad la propició el encuentro de dos grandes amigos en el congreso del PP en Madrid. Esperanza Aguirre y José María Aznar cargaron contra el actual líder, Rajoy, al tiempo que aprovechaban para defender a ultranza el papel del neoliberalismo. “Yo no voy a pedir perdón por ser liberal, por mucho que me critiquen”, apostillaba Pablo Casado, líder de Nuevas Generaciones. “Defended vuestros principios siempre y sin complejos. Nuestras ideas son mejores que las suyas”, animaba Aznar. Pero la que parecía tenerlo más claro era Aguirre, esa mujer siempre sonriente que habló sin tapujos, con la seguridad de un tribuno: “El virus del totalitarismo tiene una enorme capacidad para mutar. El comunismo puede resucitar en forma de fundamentalismo islámico, de populismo latinoamericano, o de sacralización del Estado y el intervencionismo”. Segura de poseer la prerrogativa de la verdad, privilegio de aquellos tocados por la mano divina, continuó: "Está de moda decir que no está claro qué es verdad y mentira, qué está bien o mal. Pero sí que hay verdad y mentira, y héroes como Miguel Ángel Blanco y canallas como el Che Guevara".

Desde su particular visión, la crisis mundial es obra de la excesiva regulación, “ahora algunos abrazan las falsas recetas del intervencionismo, pero la culpa es de los organismos que han regulado mal", dijo Aguirre. Su negativa a admitir la evidencia de los hechos puede obedecer

tanto a su celo profesional, como al perjuicio de ceder su puesto en el banquete de gala, tal como les ocurría a los protagonistas de Las truchas (José Luis García Sánchez, 1978), en la que los miembros de una agrupación deportiva de pescadores de caña se reúnen para celebrar su banquete anual. Todo está preparado para la gran celebración, pero las circunstancias se van a volver en su contra. En la calle, una multitud que se agolpa a las puertas del restaurante reclama su derecho a disfrutar del convite, al ritmo de La Internacional. Y en el interior, los cocineros se han declarado en huelga para exigir los atrasos y el alta en la seguridad social. Finalmente, y a punta de pistola, los comensales pueden sentarse a la mesa y escuchar el discurso del presidente: “Cuando los pilares de nuestra civilización se tambalean no podemos dormirnos en los laureles, disfrutando de lujosas fiestas y exclusivos restaurantes; hay que preguntarse qué anhelo impulsaba a aquellos que supieron escribir las mejores páginas de nuestra historia, hay que tener en cuenta que en los tiempos gloriosos de nuestra dominación del mundo no existían ni el sedal, ni el nylon, ni el cebo artificial, pero llevamos al nuevo continente el caballo, la religión y la caña de pescar. Con ello ayudamos a que los indígenas desarrollaran neuronas, mediante la concentración mental que se requiere. Y que ellos habían perdido por el nefasto consumo de drogas”.

García Sánchez plantea la película como una alegoría de la España de la transición (en el año de su estreno se ratificó la constitución mediante referéndum), en la que una minoría acomodada se resistía a renunciar a los privilegios del antiguo régimen. Y para ello apelaban al espíritu deportivo: “En todas las sociedades, en todos los concursos, en todas las habitaciones y en cualquier espacio, hay mentirosos, hay tramposos, hay enanos, hay beduinos, hay pequeñajos, pero, por encima de todo, lo que hay son hijos de puta. Lo que pasa es que, por encima de todo, hay deporte, y en el deporte hay que saber perder.”

Cuando se sirven las truchas, se dan cuenta que están podridas, pero los socios no están dispuestos a admitir que las cosas van mal, y un extraño vínculo de solidaridad, sentido del honor y fidelidad a los estatutos del club, acaba por hacerles limpiar hasta la última raspa, sin que nadie se decida a abandonar el festín.  En este ambiente claustrofóbico, que nos remite al film  El ángel exterminador (Luis Buñuel, 1962,), , van a florecer sus más bajos y oscuros instintos.

De vuelta al presente, el olor a pescado podrido persiste y tampoco falta quien apoya los codos contra la mesa dispuesto a seguir con el repugnante banquete.

Y, ahora me gustaría saber tu opinión. ¿Ves acertado el paralelismo que he planteado? ¿Te parece gratuito? Agradeceré tus comentarios. Por mi parte, voy a dedicarles una canción a los que predican sobre un pedestal: Bigmouth strikes again (The Smiths) 

lunes, 24 de noviembre de 2008

¿Quien vigila a los vigilantes?

El club de la ley del más fuerte siempre contara con adeptos. La falta de cerebro, carácter, autoestima etc., sigue siendo la premisa sobre la que muchos construyen su afán por inculcar su “particular distinción” entre el bien y el mal a base de mamporrazos.

La muerte del joven Álvaro Ussía a manos de un portero de discoteca nos hace pensar en cómo y a quien las empresas, particulares, asociaciones e incluso el propio Estado da la potestad para hacer cumplir el bien y mantener el orden, algo que a mi se me antoja demasiado metafísico como para ser tarea de seres humanos atiborrados de anabolizantes y obsesionados con el tunning.

Y es que cierta gente (puede que por la falta de cerebro mencionada), confunde su tarea de “ayudar” con la de “intimidar” al personal. Un trabajo como el de portero, policía o vigilante en general, debería ser llevado a cabo por personas con una dote especial de sentido común, y sin embrago en la mayoría de las ocasiones son personas bajo el influjo de su propio auto rechazo los que terminan dedicándose al mamporro vocacionalmente.

Para todos ellos y por supuesto (y con más ganas) para todos los demás recomiendo hoy Watchmen, por ser una novela gráfica cuya historia gira en torno a una cuestión algo retórica pero vigente: ¿Quién vigila a los vigilantes?

Vigilar y hacer cumplir lo que se entiende como “el bien” entre los demás ha sido la excusa histórica para un sinfín de atrocidades cometidas por la humanidad hasta la fecha. Actos que en el fondo respondían a la alimentación del ego de países o personas acomplejadas (para muestra: la actual guerra de Irak). Watchmen, un cómic escrito por Alan Moore e ilustrado por Dave Gibbons en 1987, aparte de ser un icono de la cultura popular de los 80, también resulta una profunda reflexión acerca de lo erróneo de depositar en la fuerza la autoridad para distinguir entre el bien y el mal.

La historia que se cuenta propone un futuro-pasado alternativo que se desarrolla en 1985 (lo que se conoce como ucronía). Un momento en el cual los Estados Unidos han conseguido imponer su dominio en el mundo a base de su fuerza (algo que nos sonará a todos) y donde la única amenaza contra su predominio es la inminente guerra nuclear (y consiguiente destrucción total) contra la Unión Soviética. Es en este contexto donde Watchmen narra las vidas de dos generaciones seguidas de una estirpe de pseudo-superhéroes que intentan velar por el bien de la población.

De esta manera la novela plantea como estos “vigilantes” son víctimas de su propio ego y por supuesto del de las demás personas con más poder o “fuerza que ellos”. Una deconstrucción de la figura del “héroe forzudo” a través de superhéroes sin poderes, alcohólicos, depresivos e incluso con problemas de erección. Una forma de evidenciar que el más fuerte no siempre es el que gana.

Mucho se ha dicho de este cómic (en 2005 la revista Time lo incluyo entre las 100 mejores novelas escritas desde 1923), y mucho sin duda se dirá ya que para el próximo verano se espera su adaptación a la gran pantalla de la mano del director Zack Snyder (300, Amanecer de los Muertos). Por eso y antes de que el cine haga que todo el mundo conozca esta historia (seguramente cargada de efectos especiales), os animo a que os sumerjáis en las 400 y pico páginas de esta historia, incluso a los que como yo sean totalmente ajenos al mundo del cómic, ya que una vez se familiariza uno con su lenguaje resulta imposible no engancharse a esta historia de vigilantes y vigilados, donde se evidencia que "el control por la fuerza” termina por donde comienza la propia autodestrucción.

_______

Enlaces:

Más información sobre Watchmen

Trailer de la película


domingo, 23 de noviembre de 2008

El sueño de la razón produce monstruos


Poeta es todo aquel que siente el deseo irrefrenable de transgredir verdades establecidas. Bajo esta máxima, queremos recordar la primera película David Lynch,  un artista que siempre ha entendido el cine como un arte, una obra abierta a nuevas lecturas, nuevas representaciones que permiten transformar la realidad. Pues, de otra manera estaríamos atrapados por la tradición. 

Se  trata de Erasehead (1977), un film en blanco y negro, que pone en escena los fantasmas del deseo, envuelto en una atmósfera enfermiza y llena de sugerencias.

Al comenzar, una ingrávida cinta parecida a un espermatozoide magnificado sale de una cabeza que flota en el espacio y parece fecundar un óvulo gigante. A partir de ahí, se suceden todo tipo de imágenes evocadoras del abandono del seno materno por el nuevo ser: la serie culmina con la aparición de un ser deforme, medio enano, con aspecto de oficinista, que camina solitario por un paisaje lleno de referencias a la civilización industrial (en su faceta de fotógrafo, David Lynch se caracteriza por las imágenes de viejas fábricas solitarias en blanco y negro). Cuando este personaje solitario visita a una familia cuya hija está preñada, las sospechas de paternidad recaen sobre él, que incapaz de escapar a la fatalidad, acepta las consecuencias. De esta manera, nace un ser monstruoso, informe, húmedo y babeante. La vida en común de estos personajes pone de relieve los aspectos más disparatados de la convivencia: la crueldad, el masoquismo, el egoísmo, el dolor, la enfermedad, el odio, la miseria, los tabúes… Cuando los hombres sueñan lo hacen con un paraíso de cartón piedra y escenas de pastel de nata y fresa, pero la pesadilla invade el sueño, la cabeza del persona. Finalmente, este individuo se siente pieza de un engranaje que lo utiliza, aunque sea para algo tan insignificante como la goma de borrar del clásico lápiz americano. El film termina con el intento de asesinato del hijo por el padre que hace saltar al planeta en pedazos, para concluir con la ascensión a los cielos.

El estilo de Lynch pone en imágenes la dolorosa belleza de lo atroz, una puesta en escena que agita los cinco sentidos y que nos incita a escapar del imperio de la razón. 

lunes, 17 de noviembre de 2008

"El mundo es de los {poderosos} que afilan ciegas espadas ajenas" (Operación masacre, Rodolfo Walsh)



“Sería un error que unos meses de crisis acaben con más de 60 años de éxito y libre mercado”, estas “sabias” palabras las pronunció esta semana el todavía presidente de EEUU, George W. Bush, el peor valorado de la historia, según las encuestas. Un incomprendido, al que “la historia le hará justicia”, según el ex presidente, y ex señor con bigote (tan solo queda una sombra), Aznar. Quien se ha convertido en una especie de “francotirador con altavoz”, que igual postula negando el cambio climático;  que aparece en Túnez alabando “el  progreso y apertura” del país, la más férrea dictadura del noroeste de África, según Amnistía Internacional; o denuncia en un periódico checo, mientras visitaba en Libia a su líder militar Gaddafi, la “tiranía” de Cuba. Está claro, el lleno de la botella o el color de las cosas depende de los ojos con que se mire. “Es que tú me miras con malos ojos”. Pues eso.

A estos dos “señores de la guerra” les une su gran contribución a “la seguridad y la extensión de la libertad” (¡Qué palabra tan envenenada!), así como su afición a tirar “pa lante” con lo dicho y mirar para otro lado cuando las cosas se ponen feas. Su posición privilegiada se lo permite. En este caso, cuando alguien comete un acto despreciable, inhumano, sobre todo si tiene consecuencias graves sobre millones de personas, puede pedir disculpas y enmendarse o replegarse en su propia coraza, hecha de las mismas mentiras y justificaciones, mil veces repetidas. Si se elige la segunda opción, más vale que la coraza se convierta en una fortaleza protegida, pues la humillación, el desprecio y la exclusión social constituyen un semillero de odio que se puede volver en su contra. Tanto la guerra como el libre mercado crean dos bandos enfrentados: vencedores y vencidos, poderosos y débiles, ricos y pobres. De tal manera que, cuanto mayor es la diferencia entre unos y otros, mayor es la valla que les separa.

Naomi Klein detalla en su libro La doctrina del shock (¡ese pedazo de libro!) cómo desde el 11S la seguridad nacional se ha convertido en uno de los negocios más rentables. En él, la autora reproduce algunos extractos del documento escrito por John Rovv, un antiguo comandante de Delta Force convertido en exitoso consultor en temas de seguridad. Quien anuncia un mundo de zonas residenciales de seguridad, donde aquellos que estén fuera del recinto, “ se las tendrán que ver con los restos del sistema nacional. Gravitarán en torno a las ciudades norteamericanas donde estarán sujetos a la ubicua vigilancia y a los marginales o inexistentes servicios. Para los pobres no habrá otro refugio".

 

Un siniestro presente, más que un probable futuro, que es retratado con crudeza en La zona (Rodrigo Plá, 2007), una película que pasó sin pena ni gloria por los cines. En ella, tres jóvenes aprovechan la oportunidad para colarse en una zona residencial vallada, con el objetivo de robar. Un lugar donde rige una justicia particular a la medida de las necesidades de sus privilegiados habitantes. Y donde los delitos se pagan con el soborno. “La policía no sirve para nada. Ahí afuera todo es más complicado”. Por eso deciden tomarse la justicia por su mano y emprender la caza del hombre. Un mecanismo de defensa que se basa en la demonización del otro, visto como un animal al que hay que eliminar. Dentro de esta comunidad cerrada surgen también las diferencias, pero son marginadas por aquellos que se sienten seguros poseedores de la verdad suprema e imponen a los demás sus decisiones; “La minoría acata como suyas las decisiones de la mayoría” (la comparación con la propia realidad resulta, cuando menos, inquietante).

Una película muy recomendable, que muestra de manera desesperanzada las consecuencias de un sistema corrupto, deshumanizado, sostenido por un mecanismo implacable que desecha al sobrante, al inútil, a los desheredados, a los que no merecen ni un nombre, y guiado por la doctrina del que todo lo puede: el dinero. Y con un final brutal que, a la manera de Edipo, advierte que el mal que algunos se empeñan en buscar ahí fuera, puede que esté dentro de ellos mismos. Si Edipo tuvo que arrancarse los ojos para “ver” con claridad, en este caso será el ojo de la cámara el testigo objetivo que les ilumine. 

De lo mejor y de lo peor

Algo teníamos que decir al respecto. La elección del primer presidente afroamericano de Estados Unidos es un hecho lo suficientemente relevante y estimulante como para no buscarle las vueltas en este blog.
En los últimos días todo han sido felicitaciones colectivas. Una especie de “asombro global” que lo tinta todo de cierta esperanza de cara al futuro (aunque algunos desconfiados no seamos capaces de espantarnos la mosca de detrás de la oreja).
Seguramente la elección de Barak Obama no sea ni tan repentina ni tan “sorprendente” como algunos medios la venden. Por otro lado su procedencia tampoco dista tanto de la de cualquier presidente anterior (Harvard y todo el rollo) a excepción de su color de piel (aunque Colin Powell también es negro, o no...).
Sin embrago lo que no admite duda es que algo ha empezado a cambiar en EE.UU., y que lo ha hecho de manera que, una vez más, este gigantesco país que lleva en nuestras pantallas desde que tenemos ojos para mirarlas, nos ha demostrado que es capaz de lo mejor y de lo peor.
Da la sensación de que todo es enorme en USA, los coches, las casas, las manos de espuma para animar en los partidos de baseball, los aciertos y los fracasos.
Se trata de un lugar y una cultura capaces de imponer un sistema de mercado mucho más restrictivo con la gente que la mayoría de dictaduras conocidas, de bloquear económica y socialmente un diminuto país a solo 30 millas de sus costas, de embarcarse en guerras injustas como Vietnam e Irak o de nombrar como presidente a un niño pijo e ingenuo, hijo de otro presidente mediocre como es Bush.
Aunque también es cierto que es un país capaz de inventar el Rock & Roll, el cine clásico e incluso nombrar como presidente a el hijo de un africano dando una especie de soplo de esperanza al agonizante panorama político internacional.
Por supuesto desde este blog condenamos la parte mala con la que este país escupe al resto del mundo, pero también reivindicamos la parte buena en un momento en el que sentimos que es necesario hacerlo. Y lo hacemos a través de una obra que quizas sea el mejor alegato en defensa de este país de enormes distancias, naturaleza brutal, y sensación de libertad salvaje, se trata de “En el camino” de Jack Kerouac (1957). Un libro del que podríamos decir muchas cosas, pero del que simplemente resaltamos su condición de metáfora de toda una filosofía de vida por la que fluye el rock, la superación personal, y la importancia de no dejar nunca el camino por el que te lleven tus sueños. Un camino del que en cierta manera Obama es hoy un representante más.

“De pronto el y yo vimos el país entero como si fuera una ostra abierta; y tenía perla, ¡tenía perla!”
“ Aunque mi tía me avisó de que podía meterme en líos, escuché una nueva llamada y vi un nuevo horizonte, y en mi juventud lo creí; y aunque tuviera unos pocos problemas e incluso Dean pudiera rechazarme como amigo, dejándome tirado, como haría más tarde, en cunetas y lechos de enfermo, ¿que importaba eso?. Yo era un joven escritor y quería viajar.
Sabía que en el camino habría chicas, visiones, de todo; sí, en algún lugar del camino me entregarían la perla.” Jack Kerouac, “En el camino” (On the way, 1957)

_____

Enlaces:
Video de Easy Rider. Rock & Roll, naturaleza y libertad salvaje: el perfil bueno de USA

Más información sobre Kerouac y la "Generación Beat"

sábado, 15 de noviembre de 2008

El beso del asesino...

"Hay muy pocas cosas que sean tan alentadoras y estimulantes como ver morir a alguien". "Somos capaces de los actos más bondadosos y de los más perversos, lo que ocurre es que, cuando nos interesa, no distinguimos unos de otros". (Stanley Kubrick)

La realidad supera a la fricción


Han sido muchos años, muchos gritos, mucha sangre, muchos sustos y demasiados fenómenos paranormales. Tantos que el cine de terror ha acabado en nuestros días por convertirse en un cuento chino (o asiático en general) en forma de superproducción norteamericana.
A la gran cantidad de imágenes que vemos continuamente se suma el hecho de que casi cualquier superficie plana y oscura termina por ser una pantalla, e incluso en ocasiones una cámara. En este contexto estamos desarrollando el culto por la imagen “sucia” pero real y por tanto inquietante. Ya no nos impresionan los efectos especiales, o los chorros de sangre de las películas gore, o por lo menos ya no lo hacen tanto como las imágenes grabadas por el móvil de una agresión en el metro por ejemplo. Este cambio en la sensibilidad de la mirada afecta al que, en mi opinión, se podría entender como el gran testigo de la conciencia social a través de la historia contemporánea: el cine de terror.

De la misma manera en que el terror en los cincuenta, sesenta y setenta reflejaba la calma tensa de la guerra fría, con alienígenas de aspecto ruso o infecciones ideológicas en toda regla (como en “La invasión de los ultracuerpos” ), en los ochenta (y ya desde finales de los setenta) se paso a atacar la propia conciencia humana, el subconsciente de una sociedad que ya se sabía encaminada hacia el consumo masivo y el capitalismo sin tregua (pienso por ejemplo en “La Matanza de Texas” o “Pesadilla en Elm Street” ).
Después de una década de los noventa obsesionada con los efectos especiales y con llevar más allá el filón económico del llamado terror adolescente (como en “Scream”), nos encontramos en un momento del cine de terror donde la industria norteamericana parece haber encontrado cobijo en los remakes del cine de terror asiático hasta que la manera de entender este tipo de cine cambie completamente hacia películas de tono real y semidocumental que apelen a esta imagen “sucia” anteriormente comentada (el éxito de películas como “Monstruoso” o la más cercana “Rec” sirven de testigo de esta manera de intentar asustar al personal de una forma creíble).

En este punto es donde quiero reivindicar un cine que se sitúa a medio camino de esta obsesión por la imagen “real” y el afán por inquietar al espectador. Se trata de un cine frío e impactante en el que la producción europea parece haber superado con creces a la norteamericana. Es el cine de las películas de Michael Haneke ( “El video de Benny”, “La pianista” ,…). Una manera de hacer cine que indirectamente y sin ninguna pretensión está afectando y afectará a la manera de entender el género de terror en el futuro.
Una corriente de la cual la película que quiero tratar hoy es un exponente puntero (y además es de producción nacional!). Se trata de “Las horas del día” de Jaime Rosales (2003). Película que encontrareis en las revistas y páginas de cine catalogada como drama, suspense, etc., pero que en mi opinión es una muestra del nuevo cine de terror capaz de conseguir lo que los efectos especiales y los universitarias norteamericanas amenazadas por fantasmas ya no consiguen: atemorizar y permanecer en el subconsciente del espectador por mucho tiempo.
La cinta esta grabada de manera implacable y distante a la vez, en un tono que resulta alarmantemente real, tanto que quizás sea esto lo que la convierte en una especie de relectura del cine de terror de loa últimos tiempos; el hecho de que en todo momento de la sensación de cualquiera podría ser testigo en el mundo real de la exasperante historia que se cuenta.
El peligro o el mal en “Las horas del día” no llevan una máscara de hockey, ni una sierra mecánica, ni tiene la piel quemada ni cuchillos punzantes en sus dedos. Más bien, se trata de un tipo que desayuna con su madre y se plantea cosas como dejarse barba o no lo que a la postre resulta infinitamente más demoledor.

Inexplicablemente se trata de una pelí no muy conocida por el gran público (ni siquiera después de que su director consiguiera el Goya en 2007 por “La Soledad” ). Quizá sea porque las películas de Rosales (y de este “nuevo cine de terror” en general), intentan llegar al espectador desde la realidad para hacer de esta algo asfixiante y aberrantemente reconocible. Un rechazo en banda a recurrir a la "fricción de imágenes" en la sala de montaje que se supone que se espera de toda cinta terrorífica.
Me imagino que su director en ningún momento tuvo en mente rodar una película de terror, sino más bien un alegato sobre la incomunicación en la sociedad moderna, lo que en mi opinión resulta sospechosamente similar.
Recomiendo esta película como una de las grandes olvidadas del cine español de la presente década. Una historia perturbadora que removerá las conciencias de todo aquel que utilice el transporte público.
_________
Enlaces:

sábado, 8 de noviembre de 2008

Una puntada...

"Claro que la música puede sacudir conciencias y cambiar una parte del mundo, mis canciones no llegan a millones de personas, pero sí a unos cuantos cientos, y son efectivas. Quien quiera escuchar será más consciente de nuestros problemas, de la hambruna o la violencia en las calles" (Femi Kuti, músico, 2008)

martes, 4 de noviembre de 2008

Un pespunte, con permiso...

“Pienso ahora en las otras muertes que imaginábamos, las muertes absurdas de los contusos, los mutilados y los tullidos. Pienso en los accidentes de los psicópatas: colisiones improbables llevadas a cabo con rencor y disgusto, insidiosos choques múltiples entre oficinistas exhaustos en coches robados al atardecer. Pienso en accidentes absurdos, amas de casa neuróticas que vuelven de la clínica de enfermedades venéreas y se estrellan contra coches estacionados en calles suburbanas. Pienso en los accidentes de esquizofrénicos excitados que envisten de frente el camión de un lavadero, descompuesto en una calle de una sola dirección; en maniaco-depresivos aplastados mientras dan inútiles medias vueltas en los accesos  a una carretera; en paranoicos infortunados lanzados a toda velocidad contra una pared de ladrillo en el extremo de un conocido callejón sin salida; en institutrices sádicas decapitadas dentro de coches volcados en encrucijadas difíciles; en jefas de supermercado lesbianas que arden en la carrocería destrozada de pequeños vehículos, bajo la mirada estoica de bomberos maduros; en niños autistas chocados por detrás, aplastados, los ojos dulcificados por la muerte; en autobuses repletos de débiles mentales que se ahogan estoicamente en un canal de desechos paralelo a la ruta.” (Crash, J. G. Ballard, 2008, Ediciones Minotauro, Barcelona). 

lunes, 3 de noviembre de 2008

Desfile de colmillos

Vivimos en estos días momentos harto desconcertantes. La consigna de nuestro mundo capitalista ha dejado de ser “compra y se feliz” para ser: ojo con lo que compras que pude llevarte a la mas absoluta infelicidad, al submundo de los impagados y al vértigo de cada día 31.

Los mensajes, tanto publicitarios como institucionales, han dejado de ser desenfadadamente “naive” (en plan “¡miren este wc capaz de hacer sonar música de Shakira mientras usted defeca!”), para pasarse a la práctica nada recomendable en la sociedad de consumo de alentar a la población a que guarde lo que tiene, de que hay “crisis”, y de que esta palabra no significa cambio sino “sumisión y espera dócil” al comportamiento del todopoderoso mercado que todo regula y todo lo sabe.

Está claro que algo va mal a los que tienen el dinero en este planeta. Muchos como yo hace siglos que cobramos sueldos bajísimos y que corremos delante del infierno acechante del contrato “eventual”. Otros hace ya también lo suyo que esperan ante la imposibilidad de acceder a una casa propia o desesperan ante la posibilidad de perder la que ya tienen. Sin embargo, y por las razones que sea, es ahora cuando algo va mal de verdad, cuando los bancos tienen que entonar el “réquiem por los que van a morir” y nos necesitan temerosos e impresionados ante el poder del dinero. Quietos, para reparar la maquinaria del capitalismo.

Viendo por la tele esas reuniones de altos cargos, esas medidas de urgencia capaces de saltarse a la torera la propia filosofía del capitalismo si es por el bien del capitalismo, esos rostros donde se presume la tensión de perder aunque sólo sea una parte de la riqueza que poseen, etc., es imposible para mi no acordarme de la genial e infravalorada película de Román Polanski, The Fearless Vampire Killers, que en España se título “El baile de los vampiros”.

Esta cinta (al igual que el capitalismo), pretendía en el momento de su creación ser una feliz comedia. Una parodia de los miedos de la sociedad de la época (1967), reflejados en aquel cine de tonos saturados de las inmortales películas de vampiros de la Hammer (con el gran Christopher Lee como frontman).

Un director con un mundo interior tan turbio como el de Polanski y unos exteriores tan abiertos como claustrofóbicos bastaron para convertir esta comedia en un relato fascinante sobre lo horrendo y rancio que resulta el poder sobre quienes lo sostienen. Un cuento cargado de humor negro sobre la eterna lucha entre la clase alta consigo misma y con todos los demás.

La peli cuenta la historia de un investigador (Jack MacGowran) y su ayudante (interpretado por el propio Polanski), en su búsqueda de “no muertos” en los alrededores de una extraña población. Guiados por la estela del secuestro de la hija de un posadero local, los personajes son recibidos en el castillo de un misterioso conde por el cual serán agasajados en ocasiones “extremadamente”, hasta convertirse en el primer plato para sus invitados en un multitudinario baile al que acuden todos los vampiros poderosos de la región.

Me imagino que a cualquier contribuyente que vea las noticias le sonara todo aquello de ser agasajado (en forma de promesas de seguridad y cambio), para más tarde convertirse en la merienda de las vampíricas potencias monetarias que, habiendo secado sus venas acuden a las del ente público para satisfacer su ansia.

Mucho menos conocida que La semilla del diablo (1968), Chinatown (1974) o El pianista (2002), El baile de los vampiros es una de esas películas de Polanski (la verdad es que hay bastantes más) que en permanecen en el saco del olvido, pero que parecen mágicamente unidas a la actualidad, respecto a la cual siempre tienen algo que decir.

La película, de una manera muy parecida a lo que sucede estos días, funciona como una bomba de humor negro donde subyace el poder de los que tienen, frente a la sumisión incondicional de aquellos que aspiran a repartirse las migajas que desprenden los poderosos. Un ejemplo “terrorífico” (sobre todo si uno piensa en Zapatero y el G20), es el del posadero, que al convertirse en un vampiro-súbdito del conde huye de una vida y una mujer horrorosa para vivir del desenfreno y morder de vez en cuando “algún cuello apetecible”.

Os recomiendo esta peli como una de mis preferidas del director francés, y también como la poseedora de una de las mejores bandas sonoras originales de la historia del cine. Además defiendo su actualidad en base a que en cierta manera se trata de una cinta que advierte de la falsedad necesaria para mantener todo sistema de clases. Una historia y una situación en la que hasta el famoso “león de la metro” puede resultar ser una vampiro sediento de nuestra sangre.

The Fearless Vampire Killers, trailer en Youtube

jueves, 23 de octubre de 2008

Pretérito "perfecto" de Television

La televisión ya no es lo que era. Lo sabemos los espectadores y lo saben los profesionales del propio medio así como los feroces publicistas, políticos, y figurantes del mundo empresarial que han contribuido a su “mutación”. No estamos diciendo que antes fuera mejor, cual octogenario sentado a la fresca. Simplemente señalamos el evidente cambio en cuanto a la manera de ofertar y consumir productos televisivos sucedido en las últimas décadas.
Muestra de ello fue el incidente sucedido el martes día 20 de octubre en la cadena Antena 3. A eso de las tres de la tarde un fallo en el suministro eléctrico provocó la no emisión del telediario de mediodía. Así, muchos espectadores que esperaban ver a Roberto Arce hablando de la crisis encontraron en cambio a Homer Simpson. Por encima del suceso en si, lo significativo en cuanto al estado actual de la tele es, por un lado que casi nadie se dio cuenta, y por otro que Antena 3 no hizo ningún comentario “serio” al respecto en todo el día, ni en el resto de sus emisiones ni en su página web, lo que en conjunto, desde este blog entendemos como una falta de respeto a la “caja tonta” por parte de emisores y receptores a partes iguales.

Sin embargo, hubo un tiempo en el que la Television era algo fascinante de verdad, cuya rigurosidad y fiabilidad aunque discutibles, se entendían como algo misterioso y estimulante. Un tiempo donde tenía sentido montar una banda de rock y llamarla Television.

Y es que, tanta reflexión acerca de la tele nos ha hecho recordar la injusta historia de este grupo neoyorquino, quienes en 1977 dieron a luz uno de los discos más importantes de la historia del rock y también uno de los más desconocidos por parte del gran público, se trata del álbum Marquee Moon. Un disco que en España, a parte de ser mencionado en un tema de Amaral (“Moriría por vos”), goza de mucha menos fama que otros álbumes de la misma época como cualquiera de los Ramones o el 77 de los Talking Heads.

La banda Television se formó a finales de los setenta. Liderados por el introvertido Tom Verlaine, consiguieron ser el primer grupo de rock en dar un concierto en la sala CBGB, cuna del movimiento punk en EE.UU. Desde su formación el grupo tuvo numerosos problemas: discusiones entre ellos, abandono de algunos miembros e incluso firmaron un contrato para grabar un disco con Island Records que más tarde quedo en nada por desinterés de la compañía. Finalmente, el grupo desapareció como tal en 1978 habiendo conseguido grandes éxitos de crítica pero ninguno comercial y dejando tras de si dos discos (prácticamente producidos por ellos mismos) de los cuales Marquee Moon, que en su día solo alcanzó el puesto 28 en las listas del Reino Unido, es considerado por muchos como un hito de la historia musical.

Se trata de un disco guitarrero pero elegante, punk pero muy elaborado, con letras hasta cierto punto reivindicativas pero con una proyección más allá de la que presentaban los Ramones, grupo al que acompañaron en infinitas ocasiones en el CBGB. La crítica recibió en su día a Marquee Moon como si de un disco del futuro se tratara. Nick Kent de la revista NME llegó a decir que en este disco se incluían canciones que “estaban entre las mejores de todos los tiempos”. No obstante, la escena punk del momento lo tildó de “demasiado profundo para ser punk” y el resto del público “demasiado guitarrero para ser pop”. Y es que, debió ser difícil para los Television defender en directo temas de hasta 10 minutos de duración cuando lo que en ese momento se llevaba eran las canciones de 2 minutos de el resto de bandas o la música disco de salas míticas de la ciudad como Studio 54.

Lo excepcional del disco es el tratamiento que se hace en él de las guitarras. Todas las canciones presentaban riffs y fraseados de guitarra interminables y enormemente pegadizos. En la mayoría de las ocasiones cada guitarra va por un lado creando un ambiente espeso que luego seria tomado como referencia por innumerables interpretes como David Bowie, U2, REM., Primal Scream, The Strokes o Kings of Leon entre otros.

Desde el primer tema, “See no evil”, hasta el ultimo, pasando por esa autentica joya que es “Elevation” (con uno de los solos de guitarra "mejor encajados" jamás en una canción de rock), el disco es de una coherencia aplastante y resulta incomprensible como hoy por hoy Marquee Moon (aunque ampliamente reconocido por la crítica), sigue en el olvido por detrás de discos similares como el Horses de Patti Smith.

A título personal diré que las primeras veces que oí este disco en el garito “punk” de mi ciudad natal, pensé que se habían equivocado de disco (o de garito). Sin embargo, una vez te haces con la melodía de los temas es muy difícil olvidarla y existe una rebeldía implícita en él (incluso contra las bases del punk que en cierta medida ayudo a asentar) que lo hace muy interesante e inmortal. Además, creo que es un disco perfecto para los días de lluvia así que aprovechad la gota fría, apagad la televisión y enchufad a los Television. Seguramente, aparte de tratarse de algo más instructivo, serán todo un descubrimiento.

Enlaces:

"Elevation" en Youtube

Television en directo

Reportaje sobre Televisión y la sala CBGB