El club de la ley del más fuerte siempre contara con adeptos. La falta de cerebro, carácter, autoestima etc., sigue siendo la premisa sobre la que muchos construyen su afán por inculcar su “particular distinción” entre el bien y el mal a base de mamporrazos.
La muerte del joven Álvaro Ussía a manos de un portero de discoteca nos hace pensar en cómo y a quien las empresas, particulares, asociaciones e incluso el propio Estado da la potestad para hacer cumplir el bien y mantener el orden, algo que a mi se me antoja demasiado metafísico como para ser tarea de seres humanos atiborrados de anabolizantes y obsesionados con el tunning.
Y es que cierta gente (puede que por la falta de cerebro mencionada), confunde su tarea de “ayudar” con la de “intimidar” al personal. Un trabajo como el de portero, policía o vigilante en general, debería ser llevado a cabo por personas con una dote especial de sentido común, y sin embrago en la mayoría de las ocasiones son personas bajo el influjo de su propio auto rechazo los que terminan dedicándose al mamporro vocacionalmente.
Para todos ellos y por supuesto (y con más ganas) para todos los demás recomiendo hoy Watchmen, por ser una novela gráfica cuya historia gira en torno a una cuestión algo retórica pero vigente: ¿Quién vigila a los vigilantes?
Vigilar y hacer cumplir lo que se entiende como “el bien” entre los demás ha sido la excusa histórica para un sinfín de atrocidades cometidas por la humanidad hasta la fecha. Actos que en el fondo respondían a la alimentación del ego de países o personas acomplejadas (para muestra: la actual guerra de Irak).
La historia que se cuenta propone un futuro-pasado alternativo que se desarrolla en 1985 (lo que se conoce como ucronía). Un momento en el cual los Estados Unidos han conseguido imponer su dominio en el mundo a base de su fuerza (algo que nos sonará a todos) y donde la única amenaza contra su predominio es la inminente guerra nuclear (y consiguiente destrucción total) contra la Unión Soviética. Es en este contexto donde Watchmen narra las vidas de dos generaciones seguidas de una estirpe de pseudo-superhéroes que intentan velar por el bien de la población.
De esta manera la novela plantea como estos “vigilantes” son víctimas de su propio ego y por supuesto del de las demás personas con más poder o “fuerza que ellos”. Una deconstrucción de la figura del “héroe forzudo” a través de superhéroes sin poderes, alcohólicos, depresivos e incluso con problemas de erección. Una forma de evidenciar que el más fuerte no siempre es el que gana.
Mucho se ha dicho de este cómic (en 2005 la revista Time lo incluyo entre las 100 mejores novelas escritas desde 1923), y mucho sin duda se dirá ya que para el próximo verano se espera su adaptación a la gran pantalla de la mano del director Zack Snyder (300, Amanecer de los Muertos). Por eso y antes de que el cine haga que todo el mundo conozca esta historia (seguramente cargada de efectos especiales), os animo a que os sumerjáis en las 400 y pico páginas de esta historia, incluso a los que como yo sean totalmente ajenos al mundo del cómic, ya que una vez se familiariza uno con su lenguaje resulta imposible no engancharse a esta historia de vigilantes y vigilados, donde se evidencia que "el control por la fuerza” termina por donde comienza la propia autodestrucción.
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