sábado, 17 de enero de 2009

El juego de la reflexión

Nada más divertido que portarse mal. Desde bien pronto el ser humano cae en la cuenta de este hallazgo, que más tarde intentará acallar bajo el peso de las responsabilidades. Al indagar por el camino de esta máxima universal, películas como la primera versión de Funny Games (Michael Haneke, 1997) hacen que merezca la pena seguir confiando en el cine como plataforma para proponer debates sociales. Pero también, como instrumento reflexivo mediante el cual, el conjunto de la sociedad occidental pueda llevar a cabo la nunca amable tarea de encontrarse cara a cara con sus propias luces y sombras. En un panorama cinematográfico como el actual, donde la violencia es tratada como una atracción más del parque temático del cual títulos como "American Gangster” (por decir uno reciente) forman parte, la cinta de Haneke se ha convertido en el transcurso de una década en el paradigma de la violencia llevada al cine.
Con una puesta en escena más que correcta y un guión sólido y sin lugar para concesiones, el director austriaco propone una fábula de "violencia irracional" que le sirve para recordarnos hasta que punto nosotros como espectadores, somos cómplices y partícipes de la misma.

Se trata de la historia de una familia acomodada que de repente se ve asaltada en su chalet por dos "niños pijos" que les atacan salvajemente. Entre ellos, los asaltantes se llaman continuamente como personajes de ficción de toda la vida (Tom y Jerry, etc.), dato que nos sirve para situar el origen de estos monstruos cuya única motivación parece ser pasar el "rato divertido” al que hace referencia el título de la película.
De la misma manera que el espectador se angustia a través de largos planos secuencia y diálogos encajados al milímetro para conseguir tal efecto, por otro lado llega éste a un punto en el que se hace consciente de que su papel en la historia está más cercano al de los verdugos que al de las víctimas; idea transmitida por medio de los diálogos con la audiencia del personaje de Arno Frisch, quien nos recuerda que no solo ellos están pasando un “buen rato”, dejando claro que en cualquier thriller o "slasher" al uso, la violencia resulta no solo atractiva sino la razón de ser de la narración en sí.

Es precisamente aquí donde Funny Games adopta la dimensión de ensayo cinematográfico, pues prácticamente toda la violencia de la cinta se desarrolla fuera de campo, dejando claro cual es el propósito real de su línea argumentativa. Mucho más recomendable la primera versión que la que hace dos años el director austriáco rodó en EE.UU. Un remake hecho "plano a plano" idéntico a la versión europea que desconcertó a propios y extraños. Aunque en el fondo se trata de la misma película (y que en la americana aparece Tim Roth, uno de los mejores actores vivos), desde este blog nos quedamos con el impactó que causo en el viejo continente el "juego divertido" de Haneke.
Una invitación a reconocer en la violencia un sentimiento tan horrible y angustioso como intrínsecamente humano, capaz de captar toda nuestra atención independientemente de su irracionalidad, y ajena a nuestra idea de moralidad “por defecto”. Una lección de cine, en definitiva que (como es habitual en su director), no realiza ningún juicio sino más bien propone un dialogo al espectador con el que reflexionar acerca de la crueldad como diversión
horrible y humana al mismo tiempo.

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Tráiler Funny Games, Michael Haneke, 1997

Tráiler Funny Games, Michael Haneke, 2007 (versión americana)

1 comentario:

Pedro Miralles dijo...

Ei, al final les entrades mínimes són 39 per si no ho havieu vist