Muchos analistas ven en la actual crisis el fin de una era, el fin de un sistema económico y político implacable; y una oportunidad para el cambio. Se habla de reformulación, de reinvención, de cambio de rumbo. Una situación que exige pararse a reflexionar, a corregir los errores de un mundo egoísta e insolidario. Sin embargo algunos no lo ven así y en lugar de aceptar los errores de un sistema que ayudaron a crear, se empeñan en seguir con la misma cantinela. Son como aquellos músicos del Titanic, quienes ante la evidencia del naufragio prefirieron seguir tocando como si no pasara nada.
En España tenemos algunos ejemplos de estos temerarios obsesionados por interpretar su papel, que este fin de semana nos han obsequiado con algunas frases para la historia. Su generosidad no tiene límites. La oportunidad la propició el encuentro de dos grandes amigos en el congreso del PP en Madrid. Esperanza Aguirre y José María Aznar cargaron contra el actual líder, Rajoy, al tiempo que aprovechaban para defender a ultranza el papel del neoliberalismo. “Yo no voy a pedir perdón por ser liberal, por mucho que me critiquen”, apostillaba Pablo Casado, líder de Nuevas Generaciones. “Defended vuestros principios siempre y sin complejos. Nuestras ideas son mejores que las suyas”, animaba Aznar. Pero la que parecía tenerlo más claro era Aguirre, esa mujer siempre sonriente que habló sin tapujos, con la seguridad de un tribuno: “El virus del totalitarismo tiene una enorme capacidad para mutar. El comunismo puede resucitar en forma de fundamentalismo islámico, de populismo latinoamericano, o de sacralización del Estado y el intervencionismo”. Segura de poseer la prerrogativa de la verdad, privilegio de aquellos tocados por la mano divina, continuó: "Está de moda decir que no está claro qué es verdad y mentira, qué está bien o mal. Pero sí que hay verdad y mentira, y héroes como Miguel Ángel Blanco y canallas como el Che Guevara".
Desde su particular visión, la crisis mundial es obra de la excesiva regulación, “ahora algunos abrazan las falsas recetas del intervencionismo, pero la culpa es de los organismos que han regulado mal", dijo Aguirre. Su negativa a admitir la evidencia de los hechos puede obedecer
tanto a su celo profesional, como al perjuicio de ceder su puesto en el banquete de gala, tal como les ocurría a los protagonistas de Las truchas (José Luis García Sánchez, 1978), en la que los miembros de una agrupación deportiva de pescadores de caña se reúnen para celebrar su banquete anual. Todo está preparado para la gran celebración, pero las circunstancias se van a volver en su contra. En la calle, una multitud que se agolpa a las puertas del restaurante reclama su derecho a disfrutar del convite, al ritmo de La Internacional. Y en el interior, los cocineros se han declarado en huelga para exigir los atrasos y el alta en la seguridad social. Finalmente, y a punta de pistola, los comensales pueden sentarse a la mesa y escuchar el discurso del presidente: “Cuando los pilares de nuestra civilización se tambalean no podemos dormirnos en los laureles, disfrutando de lujosas fiestas y exclusivos restaurantes; hay que preguntarse qué anhelo impulsaba a aquellos que supieron escribir las mejores páginas de nuestra historia, hay que tener en cuenta que en los tiempos gloriosos de nuestra dominación del mundo no existían ni el sedal, ni el nylon, ni el cebo artificial, pero llevamos al nuevo continente el caballo, la religión y la caña de pescar. Con ello ayudamos a que los indígenas desarrollaran neuronas, mediante la concentración mental que se requiere. Y que ellos habían perdido por el nefasto consumo de drogas”.García Sánchez plantea la película como una alegoría de la España de la transición (en el año de su estreno se ratificó la constitución mediante referéndum), en la que una minoría acomodada se resistía a renunciar a los privilegios del antiguo régimen. Y para ello apelaban al espíritu deportivo: “En todas las sociedades, en todos los concursos, en todas las habitaciones y en cualquier espacio, hay mentirosos, hay tramposos, hay enanos, hay beduinos, hay pequeñajos, pero, por encima de todo, lo que hay son hijos de puta. Lo que pasa es que, por encima de todo, hay deporte, y en el deporte hay que saber perder.”
Cuando se sirven las truchas, se dan cuenta que están podridas, pero los socios no están dispuestos a admitir que las cosas van mal, y un extraño vínculo de solidaridad, sentido del honor y fidelidad a los estatutos del club, acaba por hacerles limpiar hasta la última raspa, sin que nadie se decida a abandonar el festín. En este ambiente claustrofóbico, que nos remite al film El ángel exterminador (Luis Buñuel, 1962,), , van a florecer sus más bajos y oscuros instintos.
De vuelta al presente, el olor a pescado podrido persiste y tampoco falta quien apoya los codos contra la mesa dispuesto a seguir con el repugnante banquete.
Y, ahora me gustaría saber tu opinión. ¿Ves acertado el paralelismo que he planteado? ¿Te parece gratuito? Agradeceré tus comentarios. Por mi parte, voy a dedicarles una canción a los que predican sobre un pedestal: Bigmouth strikes again (The Smiths)
3 comentarios:
El paralelismo es más que oportuno. Parece que tenemos en nuestro país a nuevos lameculos de la doctrina del genocida económico(y no tan económico) de Milton Friedman.
Esta gente ve al Estado como "una frontera colonial que los conquistadores empresariales saquean con la misma determinación con la que sus predecesores arrasaron con el oro y la plata de las colonias".(La doctrina del shock, Naomi Klein).
Me pregunto: ¿la gente iría a un médico que no creyese en la medicina? Supongo que no, entonces ¿por qué eligen para gobernar a gente que no cree en el Estado, como es el caso de Esperanza?¿Cómo va a gobernar gente que no cree en el papel de esta institución? No lo entiendo.
El Roto reflejo muy bien el nuevo rumbo del capitalismo en su viñeta del 10 de Noviembre.
http://www.elpais.com/vineta/?d_date=20081110&autor=El%20Roto&anchor=elpporopivin&xref=20081110elpepivin_4&type=Tes&k=Roto
La comparación es perfecta. Nos hace ver una realidad más patética incluso que sus comentarios.
Y por qué no dedicamos una canción a los que "escuchan" a los que hablan en un pedestal? Eso son los peligrosos, la claca, la gente que aplaude sin escuchar.
Estamos en una carretera sin fin, el camino nos hará ir conformando ese fin, no por desconocerlo tenemos que estar inactivos, por creer que tu opinión no cuenta, por dejarte llevar, por creer que la opinión del que está en el pedestal es más importante que la tuya solo por el hecho de estar más alto o gritar más, por no creer en que el camino lo decides tú, nadie lo decide por tí, no por ignorarlo hará que no llegue. Piensa en esa canción.
Fendestas.
Publicar un comentario