Casi siempre en días como estos suele venirme a la cabeza el recuerdo de cuando era pequeño. Cuando la nochevieja era simplemente una noche en la que cenábamos muy tarde y a mi padre se le atragantaban las uvas o las horas perdidas en el trabajo tras la llamada telefónica de rigor.
Me gustaba más esa idea de la última noche del año, que la idea de “cambio” que en general se fomenta ahora en el mundo de los adultos. La verdad es que cuando era pequeño a nadie se le ocurrió ir midiéndome marcando rayas en la pared a lo largo de los años. Una lástima porque precisamente esa es la idea que a mi me viene a la cabeza con cada cambio de año. Lo importante no es cerrar una etapa porque lo diga el calendario o Ramón García. Las etapas se cierran y se abren a la vuelta de cualquier esquina cuando menos te lo esperas y la única manera física de comprobar el paso entre unas a otras es la comprobación de la mesura de las cosas.
Por eso y ante tantos acontecimientos internacionales históricos, decisiones de envergadura, recesiones globales etc., yo propongo que para comprobar la longitud del recorrido humano de nuestra comunidad, pongamos contra la pared nuestro entorno más próximo para marcar después una raya y ver hasta donde hemos llegado.
En mi caso, y fijándome en el lugar donde vivo, la verdad es que creo que estamos exactamente igual que el año pasado (y que hace mucho tiempo también!). La fórmula 1,
En concreto y en mi ciudad natal todo el crecimiento moral parece haber quedado estancado hace mucho, mucho tiempo, aunque creo que este es un problema que se extiende a toda la comunidad. Así, sabiendo que la raya en la pared no se moverá mientras no peguemos el estirón, mi deseo para el año que viene no es ya que el mundo sea mejor (ilusa estupidez), sino que las personas que habitamos en este entorno seamos más concientes de la importancia de cerrar etapas para poder abrir otras.
Estoy seguro de estar viviendo en uno de los lugares más afortunados del planeta en lo que a la naturaleza se refiere, sin embargo algo nos pasa que somos incapaces de poner en marcha la conciencia suficiente para no dejar que la avaricia y la falsedad del dinero se apoderen de nuestros destinos. El día en que seamos capaces de rechazar las oligarquías del poder, aunque estas nos recompensen con carreras de coches, podremos marcar la raya en la pared unos centímetros más alta.
Ante la inminencia de una fecha impregnada por la idea de cambio, yo os digo que en realidad todo va a seguir igual en el mundo empezando por nuestro barrio. Para poner imágenes a lo que cuento abajo marco un enlace a la medida que marca en la pared de este año el lugar donde yo nací, que además de contar con un buen puñado de gente genial, también alberga los estertores políticos de un buen puñado de gente empeñada a no crecer año tras año. Gente que vive del absentismo crónico del que sufrimos la juventud valenciana cada vez que hay que ir a votar. Cuidado, no estoy diciendo que acudiendo a votar se solucione todo, y más si uno piensa en los la pena que da la totalidad del panorama político español y valenciano. NO. El tema es ser conciente de que quienes deciden el destino de la Comunidad Valenciana son empresarios apoyados por los votos de gente tan ignorante que bastante han hecho con sacarse el carné de conducir y que no se les olvide como van las marchas.
Ánimo y feliz